13 de diciembre de 2010

THE TYRANNOSAURUS PRESCRIPTION

Este primer volumen de La Receta del Tiranosauro, última obra del genial escritor científico Isaac Asimov,
reúne una treintena de trabajos acerca de nuestro futuro como habitantes del Planeta Tierra. El autor los
seleccionó personalmente con la intención de ofrecer un panorama completo sobre el tema. El libro puede
leerse de principio a fin o de atrás para adelante, o abriéndolo al azar en cualquier capítulo.



Capitulo 10 Psicología


La palabra psykhé, en griego, originalmente se refería a "aliento" que por supuesto, los griegos noentendían en el sentido científico moderno. Para ellos el aliento era algo etéreo e insustancial, algo que de algún modo estaba íntimamente relacionado con la vida. Las piedras no respiran, ni tampoco los seres humanos muertos.
La palabra llegó a traducirse como "alma", que también se considera etérea e insustancial y de algún modo íntimamente relacionada con la vida.
Sin embargo, una definición más exacta se diluye en sutilezas e incertidumbres teológicas.
Si vamos a definir "psykhé" o "alma" sin referencias con la teología, podemos pensar en ella como en el centro interno del ser que se aloja en el cuerpo físico. Es la personalidad, individualidad, en lo que usted piensa cuando dice: "yo". Es lo que permanece intacto y completo, aunque pierda alguno de los miembros,
los ojos padezcan ceguera, o el cuerpo mismo esté enfermo, herido o agonizante.
Entonces la "psicología" es el estudio sistemático de ese centro interno que es usted, y la palabra que estamos más inclinados a utilizar para representarlo en estos tiempos no teológicos no es "alma", sino "mente". La psicología es el estudio de la mente.
La psicología es fascinante porque parece existir al final de dos extremos del conocimiento. En cierto modo, todos la comprenden: en otros, nadie. Otras ciencias pueden compartir estos extremos del carácter epistemológico —quizá todas las ciencias lo hagan— pero con toda seguridad ninguna hasta el punto en que lo hace la psicología.
Por ejemplo, para comprender por qué una bola de billar se comporta como lo hace, por qué se desplaza cuando la golpean, cómo choca y rebota con la banda o con otra bola, como es que se alteran velocidad y dirección como resultado del choque... todo esto necesita un buen conocimiento de los principios de dicha rama de la física conocida como mecánica. En sentido opuesto, se pueden elaborar los principios de la mecánica por medio de un cuidadoso estudio de las minucias de la conducta de las bolas de billar.
Aún así, los expertos en el arte del billar no necesariamente han estudiado física ni mecánica, quizá nunca hayan oído nada de la conservación del momento ni aprecian las complejidades matemáticas del momento angular producido por la colocación del "efecto" en las esferas. No obstante, logran que las bolas de billar hagan todo menos cocinar, y lo hacen por medio de una meticulosa atención a los principios que no saben que saben.
Lo mismo puede decirse de los lanzadores del béisbol que hacen sus envíos con complejo virtuosismo, así como de los bateadores que golpean dichos lanzamientos con un dominio artístico del ritmo en el tiempo.
Quizá ganen millones por su dominio de la ciencia aplicada de la mecánica aún cuando (quizá) nunca hayan aprendido las bases más fundamentales de la física.
Tan sólo la observación y práctica cuidadosa pueden llegar a hacer que se comprendan las leyes de la ciencia en un sentido muy útil, ya que la ciencia es un sistema organizado que describe al mundo real y usted vive en el mundo real. Usted no puede evitar aprender a describir al mundo por completo en virtud de ese hecho, aunque para su descripción no utilice los términos convencionales que los científicos han elaborado y aceptado para usar entre ellos.
Por lo tanto, no es sorprendente que existan personas que hayan llegado a comprender a la mente humana lo suficientemente bien por medio de la observación de los demás, de vivir e interrelacionarse con ellos, de observar sus hábitos, respuestas y peculiaridades. Nadie puede leer a Shakespeare, Dostoyevski, Tolstoy, Dickens, Austin, Moliere, Goethe, y muchos e innumerables otros, sin darse cuenta de que cada uno comprendía profundamente a la humanidad en todas sus variedades y perplejidades, aunque ninguno de ellos
hubiera estudiado psicología formalmente.
Esta comprensión no científica de la psicología, está, sin duda alguna, más extendida que cualquier otra ciencia. Los deportistas pueden tratar, sin deseos, con la física, los cocineros con la química, los jardineros con la biología, los marineros con la metereología, los artistas con las matemáticas… pero todas estas son ocupaciones especializadas.
Sin embargo, todos sin excepción deben tratar con gente. Hasta los anacoretas deben tratar consigo mismos, y quizá sea suficiente porque cada uno de nosotros lleva dentro de sí todas las virtudes y vicios, brillantez y debilidades, aversiones y tendencias, de la humanidad en general.
Así, podríamos llegar a la conclusión de que, en cierto modo, la psicología es la ciencia mejor conocida y más ampliamente comprendida,
Pero...
La mente humana, nacida —como debe ser— del cerebro humano, es algo extraordinariamente complicado. El cerebro es, casi sin duda, el conjunto de materia más complicado y sutilmente interrelacionado que conocemos (con la dudosa y posible excepción del cerebro del delfín, que es más grande e intrincado que el cerebro humano).
Al estudiar algo tan superlativamente como el cerebro humano, naturalmente debemos esperar que de vez en cuando no sepamos qué hacer. Esto es más obvio cuando se detiene a pensar en que estudiamos al cerebro humano con nada más que el cerebro humano. Pedimos a la complejidad que comprenda otra complejidad igual.
Entonces no es motivo para maravillarse que, aunque miles de millones de seres humanos —a través de la historia del homo sapiens— se hayan estudiado a sí mismos y a otros asistemática e informalmente, que aunque genios extraordinarios hayan iluminado la condición humana en la literatura, arte, psicología y —en estos últimos días— ciencia, queden enormes porciones de incertidumbre y desconocimiento (y podemos estar seguros de que es más que en cualquier otra ciencia). Aún esas áreas más estudiadas y expuestas están destinadas a permanecer, en cierto grado, en polémica.
Y así, en cierto modo, la psicología es la ciencia menos comprendida.
También considere que la solución para todos los problemas que presionan y han presionado a la humanidad a través de toda su historia se apoyan —en gran medida— en los defectos del funcionamiento de la mente humana.
Algunos problemas parecen ser completamente independientes a nosotros, e intratables para cualquier esfuerzo humano —por ejemplo, la llegada de la edad glaciar a la explosión del Sol— y aún así la mente humana puede prever plausiblemente el acontecimiento y elegir acciones que disminuyan el efecto, aunque tan sólo sea facilitar la muerte. Se necesita buena voluntad, razón e ingenuidad (que con frecuencia faltan).
Por otra parte, la tontería humana (o, por lo menos, sabiduría insuficiente) nos ofrece un peligro constante y en aumento.
Si nos destruimos a nosotros mismos por medio de la guerra nuclear, sobrepoblación, desperdicio de recursos, contaminación, violencia, enajenación, entonces parte (quizá la mayor parte) de la causa se apoya en la falta de capacidad de nuestras mentes para reconocer la naturaleza del peligro, y la renuencia de nuestras mentes para aceptar la necesidad de llevar a cabo las acciones que se necesiten para desviar o disminuir el peligro.
Entonces, no hay duda alguna de que la psicología es la más importante de las ciencias. Podemos vivir, sin que importe que tan primitivamente, con poco conocimiento de cualquiera de las otras ciencias, pero si no
comprendemos a la psicología seguramente estaremos perdidos.
¿Qué papel representa aquí la ciencia-ficción?
En general, los escritores de ciencia-ficción no son mejores ni más comprensibles que otros escritores, y no
hay razón alguna para pedirles, como individuos, la iluminación de la condición humana.
Sin embargo, en la ciencia-ficción se representa a los seres humanos enfrentándose a situaciones extrañas,
sociedades raras, problemas poco ortodoxos. El esfuerzo para imaginar la respuesta humana a estas cosas puede dirigir un nuevo rayo de luz contra la sombra, permitiéndonos ver lo que estaba poco claro.
Los cuentos de “Orbita de Alucinación” han sido seleccionados con todo esto en mente, y cada uno está
precedido por una presentación escrita por mi compañero en la publicación, Charles Waugh, quien resulta ser
un psicólogo profesional.

Isaac Asimov, La receta del tiranosaurio, Nuestro futuro, vol. I, capitulo 10

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